Errante un alma vagaba por el mundo
bebiendo soledad en cada madrugada,
tristeza agazapada en cada esquina
rociaba con sal una a una sus heridas.
Se hundía como un barco a la deriva
abandonado sin timonel ni guía,
el lamento lastimero se escuchaba desde lejos
marcando el inminente final de tanto desconsuelo.
Otra alma solitaria escuchó sus ruegos
y fue a su encuentro para intentar salvarla,
estaba allí con tan sólo un álito de vida y las pupilas dilatadas.
Fue nada más rozar sus dedos
para darse cuenta que era la mitad que le faltaba,
sus ojos se llenaron de luz esperanzada
y fue el faro que ilumina en la tormenta.
Se cruzaron sus miradas un instante
y el silencio se hizo eterno pues la voz no hacía falta.
Latieron los corazones al unísono y se fusionaron lentamente
hasta hacer de dos mitades una...
Y es a partir de entonces que aunque permanezcan alejadas
son almas gemelas que se anhelan
y se encuentran en el éter para amarse
0 comentarios:
Publicar un comentario